martes, 20 de noviembre de 2018

Principales Registros y Características de la Cultura Náhuatl-Pipil Presentes en el Actual Territorio Salvadoreño


Tema: “Principales registros y características de la cultura náhuatl-pipil presentes en el actual territorio salvadoreño, su tipología de asentamiento, cronología, probables orígenes e historia general”.

Resumen.
En la presente investigación de cátedra se pretende abordar de manera general y lo mas explícitamente posible, todas y cada una de las características culturales que definieron a los náhuatl-pipiles como etnia definida y diferente a las demás, su origen más probable, su propia e identificativa cosmología e iconografía, características arquitectónicas, su patrón de asentamiento y todas las implicaciones que conlleva dicho patrón de asentamiento, así como su origen más probable. Para todo ello se investigará, describirá y definirá las pruebas arqueológicas que sirven de estudio para definir su asentamiento, en base a estas pruebas arqueológicas y con apoyo de narraciones etnohistóricas se probará el origen o la etnia origen a lo que todos estos aspectos hacen referencia como la cultura madre de estos pueblos náhuatl-pipiles y su comportamiento diaspórico que siempre tiene presente o hace siempre referencia con dicho lugar de origen. 

Palabras claves: Pipil, Náhuatl, diáspora, postclásico.

Abstract.
In this research professorship is intended to address general and as explicitly as possible, each and every one of the cultural characteristics that defined the Nahuatl-Pipil as ethnic defined and different from the others, the more likely its origin, its own e identifying cosmology and iconography, architectural characteristics, settlement patterns and all the implications of this pattern of settlement as well as its most likely origin. For all this we will investigate, describe and define the archaeological evidence that serve as study to define their settlement, based on these archaeological evidence and support etnohistóricas stories the source or origin ethnicity will prove that all these aspects refer as the mother of these Nahuatl-Pipil diasporic peoples and their behavior is always present and always refers to that place of origin culture.

Keywords: Pipil, Náhuatl, diaspora, postclassic.

Hipótesis: La cultura náhuatl-pipil tiene presentes características conductuales, sociales, económicas, de asentamiento y religiosas que son diferentes a otras etnias o grupos culturales reconocidos en Mesoamérica, dichas características nos permiten inferir, —por medio del patrón de asentamiento—, la arquitectura y otros aspectos identitarios, que éstas culturas tienen una marcada relación y una alta influencia de culturas originarias del altiplano central mexicano específicamente de los Toltecas.

Objetivos de la investigación.

Describir de la manera más amplia posible, todas y cada una de las características culturales que estaban presentes en la etnia pipil, que han sido inferidas a través de los registros arqueológicos y las crónicas españolas y escritos etnohistóricos.

Enumerar, describir y analizar las principales características náhuatl-pipiles que hacen referencia y permiten inferir su origen migratorio.

Describir de manera comparativa, la tipología geográfica que caracterizó el patrón de asentamiento presente en los náhuatl-pipiles.


Generalidades de la cultura náhuatl-pipil.

Sobre el origen los náhuatl-pipiles existen muchas explicaciones y relatos, muchos de ellos basados en hechos y otros muchos en fantasías propias del imaginario colectivo indígena, a la llegada de los conquistadores españoles a éstas tierras mesoamericanas ubicadas específicamente en lo que actualmente es Centroamérica, encontraron numerosos grupos náhuatl-pipiles distribuidos en toda la región. El origen mexicano de los pipiles fue evidente, incluso para los protagonistas conquistadores españoles que tuvieron el primer contacto directo con ellos, semejanzas entre sus aspectos culturales y su idioma dieron fielmente esa idea. Específicamente en su lengua, su idioma era “nahuat” perteneciente a la familia lingüística yutonahua o uto-aztecan más específicamente del grupo nahua de ésta familia, el grupo nahua está formado por varios idiomas que guardan una estrecha parentela histórica, siendo el más famoso y destacado el náhuatl o azteca (Amaroli, 1986).

Existen pequeñas diferencias entre el náhuatl y el nahua de los pipiles y permite considerarles mutuamente inteligibles, se tienen registros históricos que una de las frecuentes diferencias entre el nahua local de los pipiles y el náhuatl original del altiplano mexicano es el racimo “tl” lo que denota una pequeña simplificación fonética por lo que los observadores españoles conquistadores lo tomaron como un “mexicano corrupto” o una lengua “mexicana plebeya” para referirse al idioma usado por los pueblos pipiles en Mesoamérica. Ésta simplificación fue incluso la que originó el termino “pipil” debido a que los traductores mexicanos que servían a los españoles les parecía que el náhuatl de las tierras sureñas mesoamericanas era una versión mal hablada y aparentemente infantil, como cuando los niños realmente pequeños comienzan a decir sus primeras palabras, así fue percibido y definido en un escrito del siglo XVII: “… algunos pueblos de la costa del Sur, que desde el lugar de Escuintepeque [Escuintla, Guatemala] se señalan con el nombre de los Pipiles, que en México tiene una etimología de lengua o idioma de muchachos (ésta es su propiedad, porque a tanto como esto quiere explicar que había llegado su corruptela)…” (Fuentes y Guzmán 1932-33, tomo I, libro 3 citado en Amaroli, 1986), etimológicamente se tiene que la palabra “pipil” se deriva o bien del termino náhuatl “pipilpipil” que quería decir muchachuelos o del término “pipillotl” que quiere decir niñería, el termino tiene un origen despectivo por parte de los traductores mexicanos que servían a los conquistadores, el lingüista Schultze Jena define entonces “pipil” en náhuatl como niño, muchacho o muchacha joven. Una prueba muy contundente referente a la similitud del lenguaje usado en ambas regiones mesoamericanas es el hecho de que se ocupó el diccionario Castellano-Mexicano [náhuatl] del autor Molina que fue publicado para 1571 en los trabajos misioneros llevados a cabo en el convento de San Francisco en San Salvador. Antiguamente se ha tenido en cuenta dos migraciones principales para explicar y comprender el origen de los pipiles y su apropiación de la costa pacifica de Guatemala y el occidente de El Salvador, siendo una supuesta realizada sobre la época de influencia directa teotihuacana (ca. 400 – 500 dC) y otra migración dada en el establecimiento de la cultura Cotzumalhuapa (ca. 500 – 900 dC) (Borhegyi 1965a; Parsons 1969 citados en Amaroli, 1986). Sin embargo, no parece acertado denominar a los portadores y usuarios de estas características mexicanas como pipiles simplemente por su aparente relación mutua con el centro de México ya que como se nota son de horizontes culturales mucho más tempranos que carecen de evidencia de continuidad entre ellos y los pipiles encontrados en la región, llegando incluso a demostrarse por medio de los hallazgos encontrados en un sitio arqueológico Cotzumalhuapa en Cara Sucia en Ahuachapán, El Salvador que da las pistas que indican la posibilidad que fueron los pipiles quienes jugaron un papel protagónico en el abandono del sitio. (Amaroli, 1986).


Estudios glotocronológicos ubican al nahua incluso como más antiguo que el náhuatl y es la lengua que se tiene como mejor candidata para atribuírsele a los Toltecas de México central, la cronología de su ramificación corresponde al periodo de mayor influencia tolteca en Mesoamérica por lo que su dispersión en región centroamericana es atribuida a los periodos definidos como “esfera tolteca”, esto incluso ha sido apoyado por descubrimientos arqueológicos llevados a cabo en la actual región territorial de El Salvador. Se referirá a partir de acá la convención de uso establecida por Lawrence Feldman en 1979 en su obra “Comunicación Personal” en la cual se reserva el termino nahuat únicamente para hacer referencia al idioma específicamente por lo que el término pipil se apega y hará referencia para referirse a la cultura o los habitantes de éstas regiones repartidas en el centro y occidente del actual territorio de El Salvador (Amaroli, 1986).

Según estos estudios glotocronológicos los pipiles históricos hubieran llegado al sureste de Mesoamérica entre 800 – 1200 dC, dichos movimientos migratorios fueron solamente el principio de los muchos cambios que se llevaron a cabo en Mesoamérica durante el colapso de las civilizaciones Mayas y el correspondiente vacío de poder en su esfera de influencia. Para el actual territorio salvadoreño se tiene propuesto que los primeros habitantes fueron de origen “Chorti” cuya influencia o centro regidor principal era la ciudad de Copán, ciudad que al desintegrarse durante el colapso se vieron abandonados permitiendo la llegada, apropiación e invasión de grupos foráneos, estando entre ellos los antepasados de los pipiles que provenían del altiplano mexicano, debido a este origen se tiene la posesión de un patrimonio cultural determinado semejante al registrado en aquella región. Los pipiles conservaban la tradición de un origen en la capital tolteca: Tula, éste origen fue común en varios grupos mesoamericanos. Evidencias arqueológicas revelan y apoyan éste origen tolteca para los pipiles, en Chalchuapa se tienen las construcciones de dos pirámides muy apegadas al estilo contemporáneo mexicano, una de ellas es redonda y está asociada con tres esculturas, dos “chacmules” y un jaguar agachado, éstas figuras son comunes en la temática de regiones dominadas por los toltecas, dos de las figuras, uno de los chacmules y el jaguar presentan una iconografía característica que solamente se tiene registrada para el centro de México y el norte de Yucatán que es un pectoral en forma de mariposa. Adicional a esto se tiene registro de varios elementos cerámicos y obsidiana que son representativos y están ligados a las regiones del altiplano central mexicano, así, por ejemplo, se tienen los datos fascinantes del lugar nombrado como “Loma China” ubicado en el embalse de la presa San Lorenzo en la cuenca baja del rio Lempa en el territorio actual de El Salvador, en éste lugar se encontró una gran cantidad de entierros que fueron llevados a cabo en una plataforma pequeña y que están asociados a ofrendas de navajas prismáticas de obsidiana verde y diecinueve vasijas “Nicoya”, cinco de Plomiza Tohil y una de Anaranjado fino Silho. El entierro principal estaba acompañado por tres mosaicos formados de priita, turquesa, jade y concha, y dos de estos arreglos mostraban el motivo de un guerrero tolteca, es decir, poseían característicos cascos, escudo, “chaqueta” y sandalias, sosteniendo el escudo en una mano y con la otra trataba de alcanzar una serpiente emplumada que simulaba volar sobre todas las figuras de los guerreros. Los demás entierros se presume que eran sacrificios en ofrenda al individuo principal y que se pretendía identificar al individuo y su relación especial con la esfera de influencia tolteca (Amaroli, 1986).

Estas evidencias encontradas en los sitios pipiles no son unilaterales, excavaciones realizadas en la capital tolteca de Tula en México central revelaron grandes cantidades de cerámica Plomizo Tohil y también variedad de Policromo Nicoya de la misma variedad de la que se encontró en Chalchuapa, Loma China y en otros sitios en tierras salvadoreñas. Diehl et al. (1974:187) postula la existencia de un gremio comerciante entre los toltecas, que han sido clasificados como antecesores de los pochtecas y toda la relación que tuvieron estos con los aztecas según se tiene registrado. Por lo que el entierro encontrado en Loma China era muy probablemente de uno de estos comerciantes, quien murió en una tierra lejana por lo que fue enterrado con sus insignias y mercancías. Esta evidencia apoya la hipótesis de que los puestos de avance de estos comerciantes toltecas tomaron en algún momento el carácter de colonias, tal como fueron establecidas y se tiene registro de los anteriores teotihuacanos, que buscaban extender el control político de los comerciantes.


Se tienen datos de la existencia de varias instituciones sociales mexicanas en la sociedad pipil, su organización política incluía estados tributarios, caracterizados por la posesión leyes formales y los medios para imponerlas, ejércitos formales e historiales de cumplimiento con los tributos, estos estados serian los equivalentes a cacicazgos, señoríos o provincias. Su liderazgo era basado en la nobleza y sus linajes, teniendo registrado hasta el día de hoy un único cacique para el área de Cuscatlán con fecha de 1740 el cual fue una mujer: “María Josepha” (documento A3.16.4/6054/537 en el archivo general de Centroamérica (AGC), Guatemala) (Amaroli, 1986).

Al tiempo de la entrada del conquistador Pedro de Alvarado al actual territorio salvadoreño, el mayor porcentaje de la parte central y oeste de la nación, específicamente entre el rio Paz y el rio Lempa, era territorio pipil, teniendo una población prehispánica estimada de unos 400,000 a 500,000 habitantes (Fowler 1988, 1989a citado en Escamilla, 2011). Los datos etnohistóricos indican que al tiempo de la conquista del año 1524 los pipiles controlaban la región de Escuintla en el sureste de Guatemala, el oeste y centro de El Salvador y algunas localidades del oeste y centro de Honduras. (Fowler 1988, 1989a, citado en Escamilla, 2011).

Para explicar la posibilidad de una migración masiva se debe tener en cuenta todas las implicaciones que originan y que son consecuencias de dichos movimientos, en este marco Stanley Tambiah (2000) señala que se puede agrupar conceptualmente dos posibles tipos de movimientos poblacionales en la humanidad: una migración voluntaria realizada por personas que llevan consigo una variedad de habilidades profesionales y ciertas practicas culturales, la migración es realizada con el objetivo de buscar mejores oportunidades de vida y económicas donde puedan establecerse de manera permanente o temporal según aplique; la otra posibilidad es un desplazamiento involuntario causado por diferentes razones que pueden ir desde una agitación o inestabilidad política, una guerra civil o bien sea por desastres naturales que afectaron a la región originaria. Ambos movimientos migratorios forman comunidades diaspóricas, una diáspora de tipo ideal es aquella en la que las comunidades dispersas de un centro original hacia los lugares periféricos mantienen siempre una memoria o un mito acerca de su tierra natal y son conscientes que muy probablemente no serán bien recibidos necesariamente en la tierra de ocupación actual, por lo que tienen que mantener o practicar modos de vida defensivos, al mismo tiempo que mantienen su lugar ancestral de origen como una posibilidad de eventual retorno, un lugar para mantener y restaurar en la memoria colectiva (Safran, 1991 citado en Escamilla, 2011).

Complejo Cerámico Guazapa.

Parte de todo lo analizado y retomando lo supuesto sobre las habilidades y conductas o características culturales que están presentes en una diáspora, tenemos las características que pueden ser registradas por medio de los estudios arqueológicos, siendo de una gran importancia el complejo cerámico o la tipología de planificación, fabricación y uso de instrumentos hechos de este tipo de material, para el caso que nos ocupa se tiene definido el “complejo cerámico Guazapa” definido por William Fowler para 1981 como parte de los resultados de su tesis doctoral en base al análisis de los materiales culturales provenientes de las investigaciones que llevó a cabo en Cihuatán y Santa María en la república de El Salvador en la parte noreste del territorio, investigaciones posteriores marcaron el hecho que el complejo cerámico Guazapa no se limitaba al valle El Paraíso dejando así amplificado el concepto de “Complejo Guazapa” para referirse a todo aquél material elaborado para el período postclásico temprano. El complejo cerámico Guazapa surge a partir del análisis de alrededor de 28,000 tiestos recolectados en los diferentes sitios estudiados en la parte central y occidental del territorio salvadoreño que fueron catalogados tipológicamente en diferentes grupos, siendo estos grupos del complejo Guazapa: Las Lajas Burdo, Tamulasco Sencillo, García Rojo, Zancudo Policromo sobre Blanco, Jején Policromo sobre Rojo, Tamoa Boya, Tohil Plumbate y Nicoya Polícromo (Fowler, 2011 citado en Escamilla, 2011).

Se considera que éste complejo cerámico Guazapa enfatiza muchos aspectos estilísticos retomando tanto los modos decorativos como las características tecnológicas y morfológicas del complejo cerámico Tollan de Tula tal como fue definido y clasificado éste complejo por Cobean y Mastache en sus estudios realizados en México para 1989 y 1990 y parte de lo planteado por Diehl (1983). Como ejemplo de este vinculo se puede tomar la estrecha similitud presente en los braseros clasificados como “Las Lajas Burdo”, los cuales presentan un detalle bicónico espigado muy parecidos a los encontrados en Tula (Acosta 1956-57, Cobean 1990, Diehl 1983, Boggs 1972, Fowler 1981 citados en Escamilla 2011). Sin embargo, también se tiene presentes diferencias muy importantes entre el complejo Guazapa y el complejo Tollan, así los dos grupos cerámicos policromos: “Zancudo Policromo sobre Blanco” y “Jején Policromo sobre Rojo” encontrados, identificados y definidos para el complejo Guazapa no tiene correspondencia en el complejo Tollan, ésta ausencia de correspondencia se ha tratado de explicar basándose en dos probables inferencias: una de ellas explica que las similitudes más cercanas con ambos grupos cerámicos policromos del complejo Guazapa podrían estar ubicadas en otra región nahua del territorio mexicano, tomando como potenciales candidatos los ubicados en el sur de Puebla o la costa del Golfo, en Veracruz y Tabasco o el sur de Guerrero; la otra probable explicación para las diferencias cerámicas es que ambos grupos sean producto del desarrollo local y dinámicas particulares de la región sur de Mesoamérica (Fowler, 2011 citado en Escamilla, 2011).

El complejo cerámico Guazapa es el reflejo de materiales culturales con influencia extranjera o de origen diferente al lugar en el que se han encontrado y busca colaborar con la construcción de una memoria colectiva y mítica de su lugar de origen con el objetivo de conformar una solida consciencia grupal y esto causó relaciones problemáticas o ásperas con los demás grupos étnicos (Escamilla, 2011).

Principales registros arqueológicos náhuatl-pipiles (sitios) encontrados en El Salvador.

Para el análisis y revisión de los sitios encontrados en el territorio salvadoreño que se tiene noción de la pertenencia a los grupos pipiles se tomara un enfoque desde la arqueología del paisaje, que es la parte de la disciplina que se basa en la idea que los seres humanos construyen y transforman su medio ambiente de una manera fundamental. Estas manifestaciones de adopción y transformación del paisaje, en algunos casos, son el producto de procesos migratorios y de apropiaciones simbólicas de lugares y espacios deseados. Para estos fines tenemos los conceptos de delimitación y perfil propuestos por Kurt Anschuetz et al. (2001) los cuales se basan en cuatro premisas interrelacionadas y que dejan totalmente explicado y sustentado el paradigma del paisaje, las cuales se definen a continuación:

·      Los paisajes no son sinónimo de ambientes naturales, esto significa que el paisaje hará referencia a sistemas culturales estructurados que organizan las interacciones del ser humano con su medio ambiente natural. Es una forma de mediación entre el la naturaleza y la cultura (Knapp y Ashmore, 1999 citado en Escamilla, 2011).

·      Los paisajes son productos culturales, no son necesariamente el mundo que vemos sino que es una construcción, una composición de aquel mundo. Por lo que paisaje no es lo mismo que construcciones ambientales el cual se refiere a construcciones físicas que han sido diseñadas. (Cosgrove, 1985 citado en Escamilla, 2011).

·      Los paisajes son arenas para las diferentes actividades sociales y comunales, es decir, son parte de la materia prima que se usa en el proceso de todos los productos culturales y sociales que nos ocupan como humanidad, por lo que no podemos considerarlos solo como meramente construcciones humanas sino también todas las condiciones ambientales propias de la naturaleza que permiten la vida y desarrollo de la sociedad. (Escamilla, 2011).

·      Los paisajes son construcciones dinámicas que se transforman constantemente, cada comunidad y generación imponen su propio pensamiento colectivo o mapa cognitivo en su mundo antropogénico de morfología, planes y significación coherente, manteniendo todo interconectado. Es un sistema para la manipulación de significados simbólicos de cada acción humana y su materialidad. Es un proceso cultural. (Escamilla, 2011).

“El paisaje cultural es elaborado desde un paisaje natural por un grupo cultural. La cultura es el agente, el área natural es el médium, el paisaje cultural es el resultado. Con la introducción de una cultura diferente, rejuvenecen los paisajes culturales, o un nuevo paisaje es sobrepuesto en los remanentes del antiguo paisaje”. (Sauer, 1925, p. 46).

Se cuenta con estudios de restos arqueológicos, así como también documentación histórica que evidencian que “el paisaje” en nuestro país para finales del siglo XVI era imperantemente producto de redes de distribución y comercio de los pipiles prehispánicos, la arqueología del paisaje buscara explicar la manera en que se interrelacionan lo material, lo social, lo ideológico y simbólico en la apropiación del espacios en los que se explaya una etnia determinada: los pipiles.

Los grupos pipiles que se asentaron en los territorios sureños de Mesoamérica trataron de cubrir la costa Pacifica centroamericana particularmente en los actuales territorios de Guatemala y El Salvador, desde la arqueología del paisaje se nos hace posible inferir en la intencionalidad y significación de la apropiación de algunos asentamientos pipiles que se han registrado. Particularmente en la costa del bálsamo se tiene una apropiación del paisaje en términos defensivos y simbólicos como parte de la memoria colectiva de los pipiles y haciendo siempre referencia a la capital tolteca, a la vez que facilitaban y permitían la ritualidad a deidades especificas. Dentro de las principales características registradas para los sitios confirmados como asentamientos pipiles sobresalen dos específicamente, su ubicación en la parte alta de los cerros, y una arquitectura marcada por las estructuras amuralladas, las cuales reflejan una intencionalidad marcadamente defensiva para los asentamientos (Escamilla, 2007).

La cordillera del Bálsamo es una área que está ubicada en el sector suroeste del actual territorio centroamericano de El Salvador, dicha cordillera forma una increíble barrera natural que permite la interacción con el océano Pacifico y los valles internos del territorio. De las principales características geomorfológicas de la cordillera es la cantidad imperante de lengüetas que cubren todo o la mayor parte del sector, éstas lengüetas van desde una altura de 1,500 msnm descendiendo hasta el propio nivel del mar, formando crestas con angostas planicies, riscos y valles muy angostos, se cuenta, actualmente, con más de 30 sitios arqueológicos registrados para el área de la cordillera del Bálsamo, en el complejo geográfico se tiene registrado alrededor de 41 sitios con evidencia arqueológica, dichos sitios presentan evidencias del complejo cerámico Guazapa, tal como se definió para Cihuatán y las Marías, siendo referencia del postclásico temprano teniendo registrados muchos lugares como lo son: Igualtepeque, Chalchuapa, isla El Cajete, Carranza, Tacuscalco, Cerro de Ulata, Jicalapa, El Panteoncito y Miramar, entre otros. Es importante mencionar que el complejo cerámico Guazapa nos permite inferir el origen y referencia ideológica que se buscaba con la  expresión de un lugar ideal del pasado, para ello toma muchos aspectos estilísticos, procurando reproducir tanto los modos decorativos como ciertas características tecnológicas y morfológicas que guardan total relación con el complejo Tollan de Tula (Escamilla, 2011). 

Características principales del patrón de asentamiento náhuatl-pipil.

El proyecto arqueológico escogido para una mayor aproximación a la concepción de paisaje que se tenía vigente en la cultura pipil corresponde al realizado en el área de cuatro municipios pertenecientes al área central de El Salvador, estos fueron: Teotepeque, Jicalapa, Chiltiupán y Tamanique, todos estos municipios están ubicados en el departamento de La Libertad geográficamente en todo lo que es la Costa del Bálsamo. Del área total de los cuatro municipios que en conjunto suman un total de 350 km2 aproximadamente, dado los estudios anteriores se enfoco en la parte alta sobre las crestas de las lengüetas y en algunos casos puntuales sobre las pendientes de estas y algunas pequeñas planicies que se forman entre las lengüetas, así como visitas y nuevas  revisiones a sitios arqueológicos previamente registrados en la Secretaria de Cultura. (Escamilla, 2011).

Todos los sitios registrados han sido estudiados a profundidad y de manera sistemática, en todos hay un patrón de asentamiento eminentemente defensivo y relacionado o en línea con las evidencias cerámicas registradas volviéndoles inequívocamente de pipiles, particularmente en el letrero del diablo se tiene presente arte rupestre que hace referencia a Tláloc, muy probablemente el sitio haya sido utilizado para realizar rituales en honor a ésta deidad, junto con otro sitio arqueológico registrado que presenta arte rupestre “el letrero” se tiene sin lugar a dudas una total referencia ideológica a la deidad Tláloc, el sitio se encuentra ubicado geográficamente en el punto en el que convergen los ríos “pájaro-león” y el “zonte” teniendo adicional a ésta característica la morfología necesaria para llevar a cabo rituales y practicas cosmológicas, cabe destacar que la deidad Tláloc está en total relación con el elemento agua, elemento básico para el bienestar y desarrollo de éstas comunidades, lo que suma aún más a la apropiación especifica del paisaje con el que se cuenta en la Cordillera del Bálsamo, es de recordar que la arqueología del paisaje no considera como producto exclusivamente de índole natural a las formaciones paisajísticas que estén presentes en un sitio determinado, sino que éste paisaje responde también a las interacción humana de los grupos que estén ocupando esa geografía, los paisajes están conformados por la apropiación física, imaginaria y simbólica de los grupos humanos que estén presentes en un tiempo determinado en las cuales se llevan a cabo diversas dinámicas y prácticas sociales. (Escamilla, 2011)

El patrón de asentamiento de los grupos pipiles es marcadamente militarista en la parte más alta de los cerros que permitían un control de acceso total y una cobertura de vigilancia de 360º nos da una idea de la dinámica vivida durante el postclásico que hacen suponer una practica política y social hostil que requerían u obligaban a tomar esta morfología para el asentamiento, así mismo las representaciones rupestres encontradas nos hacen inferir que los sitios no solo eran de tipo habitacional sino que pudieron estar asociadas con funciones de sitio rector cívico-ceremonial así como comerciales haciendo absolutamente todas estas practicas referencia al lugar de origen para mantener ese sentimiento de nostalgia y posible regreso que los hacia todavía más unidos como grupo social. (Escamilla, 2011).

Con la verificación y estudio realizado en la Cordillera del Bálsamo, se le da continuidad a el proyecto comenzado en Cihuatán por Fowler y la definición del Complejo Cerámico Guazapa, éste proyecto llevado a cabo en el departamento de La Libertad es la búsqueda de los orígenes de la civilización que Fowler encontró ya cimentada y bien desarrollada en Cihuatán y Santa María, de manera muy general se plantea el siguiente modelo histórico para los pipiles en ésta parte de Mesoamérica:
1.     Los primeros movimientos de etnias de habla náhuatl fueron de grupos pequeños que comenzaron a salir del altiplano y el Golfo de México, todo durante el colapso de Teotihuacán en los años 550 – 600 D.C.

2.   Establecimiento de pequeños poblados en las partes altas de los cerros buscando siempre lo defensivo en el área desde lo que actualmente es Chiapas , Guatemala, El Salvador y Honduras todo durante los años 700 – 900 D.C., posteriormente se forman Tula Chico y Tula Grande.

3.   Con el colapso clásico Maya, Copan deja de dominar las tierras salvadoreñas y hondureñas permitiendo alianzas pequeñas de grupos nahuat que comienzan a apoderarse de los territorios de los valles interiores de El Salvador para el 900 D.C.

Con todo esto se tienen datos importantes para comprender la dinámica de las migraciones pipiles durante el postclásico, se revela así que Cihuatán y Santa María no estaban solas ni aisladas en el mundo pipil, las etnias de habla náhuatl se asentaron en todos estos sitios incluso en algunos que ya habían sido ocupado previamente como lo es el caso de Chalchuapa, trataron de mantener siempre la perspectiva defensiva como bien lo evidencian los sitios en la Cordillera del Bálsamo, estos sitios defensivos pueden haberse establecido antes y después de la destrucción de Cihuatán lo que denota un ambiente de constantes luchas entre grupos pipiles y no pipiles. (Escamilla, 2011).

Fowler (2011) plantea que éstas migraciones pipiles que culminaron en el occidente y la parte central del actual territorio salvadoreño forman parte de todos los cambios importantes que introdujeron los toltecas en Mesoamérica durante el periodo postclásico temprano. Para estas migraciones se tienen dos perspectivas que explicarían el origen y la metodología en las que se llevaron a cabo, siendo una de ellas el “modelo de colonización” la cual toma los centros pipiles del postclásico temprano como colonias comerciales que fueron fomentadas e impulsadas por el propio Estado tolteca por lo que estaba sujeta en tributo y dependencia con el estado madre. La segunda es la llamada “expansión independiente” que cataloga a estos sitios pipiles como evidencias claras de una expansión gradual, independiente y constante de la población nahua, que se había independizado del estado tolteca y buscaba su expansión y desarrollo por si sola. (Escamilla, 2011).

El modelo de colonización implica la participación del Estado directamente, eso se traduce en que los individuos migrantes son especialistas en cuestiones y menesteres militares, procurando el control y la adicion de las regiones conquistadas, esto daría el carácter de mayoría a los miembro masculinos ya que en las primeras oleadas migratorias de este tipo no lo hace un grupo diverso de habitantes sino solo los especialistas en carácter militar por lo general hombres, manteniendo siempre el contacto regular con los gobernantes de la nación de origen. La colonización conlleva actividades económicas en las que se busca la riqueza del pueblo o etnia conquistador y la manutención de los militares que están ejecutando la colonización. La aplicación de este modelo para explicar la presencia tolteca en nuestro país enfatiza las extraordinarias similitudes de la planificación urbana, la arquitectura y la cultura material entre Tula y Cihuatán. El problema de este modelo es la falta de bienes u objetos que podrían ser interpretados como resultado del contacto periódico con Tula.

El modelo de expacion independiente conlleva el hecho de grupos actuando por su proipa iniciativa sin contar con el apoyo del estado tolteca, en contraste con el modelo de colonización la expansión independiente busca solamente un espacio para habitar por parte de los implicados, los correlativos materiales están asociados a propias herramientas y objetos que se usan o se procuran para un viaje, los patrones de asentamiento si bien pueden presentar semejanzas con el lugar de origen pueden también tener variaciones de adaptación o asimilación por contacto de otras etnias, así las herramientas y los objetos cerámicos presentarían un patrón de igualdad al origen pero con variantes o mezclas producto de las variaciones en el viaje, tal como ocurre con el Complejo Cerámico Guazapa, por lo que este modelo es el que se presenta con mayor probabilidad de validez para comprender y describir la migración pipil. (Escamilla, 2011).

Una tercera explicación que se plantea es la “migración diaspórica” siendo el conflicto que tuvieron Tula Grande y Tula Chico para los años 800 – 850 d.C. la razón o motivación para realizar tal migración, los grupos migrantes mantienen una memoria y un mito sobre la tierra que están abandonando, pero manteniendo una idea o una esperanza de eventual retorno por lo que tratan de mantener vivo su manera de ocuparse como si estuviesen siempre en el lugar de origen, es una manera de mantenerlo presente aunque ya no estén ahí, la memoria colectiva y el imaginario mitológico de los grupos pipiles se ve reflejado en los materiales culturales, en el patrón de asentamiento y en la apropiación especial que hacen del paisaje que les ha tocado ocupar, evidenciándolo en el Complejo Cerámico Guazapa y en la ocupación de la Cordillera del Bálsamo. (Escamilla, 2011).

La cosmovisión pipil, características generales de su ritualidad.

Parte importante de las inferencias que hemos realizado ha sido la identidad que se ha asociado a los grupos pipiles y la referencia con su origen, es de notar la identidad que guardaban estos grupos que a pesar de haber migrado y recorrido una gran distancia, el imaginario colectivo se mantuvo en la misma línea sin mutar ni transformarse, al menos no en esencia, se variaron algunas cosas pequeñas pero manteniendo siempre la identidad cultural, Weber nos hace la referencia a la identidad étnica, éste autor nos define un grupo cultural étnico como: “...a aquellos grupos humanos que fundándose en la semejanza del hábito exterior y las costumbres, abrigan una creencia subjetiva en una procedencia común, siempre y cuando no representen clanes” para el caso de los náhuatl-pipiles se tiene la apropiación en ritualidad y las evidencias marcadas en el complejo cerámico Guazapa que nos permite inferir una idea de retorno o referencia a Tula sumado todo esto a las relaciones comerciales que han podido ser inferidas a través del tipo de obsidiana encontrada en los lugares referenciados en el actual territorio salvadoreño, cabe mencionar el complejo de obsidiana verde cuyo origen se tiene registrado solo para la parte central del actual México, lo que denota que comercialmente e ideológicamente siempre se mantuvo un lazo para con el recuerdo tolteca (Erquicia, Herrera, Pleitez, 2014).


      Cabe destacar todas las esculturas que hacen referencia a la iconografía presente en la cultura pipil de nuestras tierras y la representación de deisades y figuras culturales, tenemos piezas de cerámica de tamaño natural registradas en el Complejo Guazapa, efigies de animales como el jaguar y los sapos, adicional a todas aquellas que hacen referencia a deidades náhuatl como Xipe Totec, Tláloc, Huehueteotl y Mictlantecuhtli. Las efigies de Xipe Totec encontradas en Cihuatán y Carranza guardan una similitud fiel a las encontradas en Coatlinchán, cerca de Texcoco, en el valle de México [Saville, 1897: Lámina 23; Scott 1993: 36-38, Láminas 21, 22; Mateos Higuera, 1993: Figura 37, 45] así también guardan mucha semejanza al Xipe Totec de Teotihuacán encontrado en un contexto “postclásico temprano Mazapan”, estas efigies del complejo Guazapa son conocidas como xantiles en México central y son un rasgo totalmente ligado a los toltecas del postclásico temprano, para 2007 se encontró una figura de Xipe Totec en un complejo residencial cerca del recinto de Tula Grande, la presencia de ciertos rasgos como lo son disposición de los ojos entrecerrados y la boca abierta vinculan a los Xipes del complejo Guazapa con sitios en el centro y sureste de Veracruz. (Fowler, 2011). Es evidente la tremenda similitud que guardan las expresiones artísticas con referencia a la cosmología que se tiene registrado para los pipiles centroamericanos y su contraparte en las tierras de México que han sido clasificadas como parte del tremendo circulo tolteca, por lo que la cosmovisión presente en nuestro país tienen un origen en el norte de las tierras mesoamericanas y crea un patrón de similitudes que no puede negarse y apoya el origen tolteca de los pipiles.

Origen más probable de los pipiles y relaciones más generales de las características que denotan ese origen.

Tal como se ha planteado se tienen pruebas arqueológicas, lingüísticas y cosmológicas que prueban que el origen de los pipiles fue muy probablemente el altiplano mexicano, para el caso de Tula se han realizado estudios para determinar el patrón de asentamiento y con ello verificar si guardan relación con lo que se tiene registrado para los pipiles, para Tula se tiene básicamente dos patrones de asentamiento asociados al complejo de asentamiento denominado Coyotlatelco: 1)las comunidades asentadas en lo alto de las colinas en sitios que están rodeados por precipicios, acantilados o pendientes muy pronunciadas , y 2)los asentamientos situados en pendientes con una baja elevación, el patrón de asentamiento defensivo está en perfecta armonía con los conflictos que se tenían entre Tula grande y Tula chico y el posterior abandono de Tula chico, éste abandono sugiere una migración diaspórica desde las tierras centrales mexicanas hasta Centroamérica sumado a esto se deben tener 4 características inequívocas en los vestigios arqueológicos que se verifiquen de una diáspora los cuales son: 1) La dispersión de la cultura material tanto en los ámbitos comunicativos y de habitus, esto es evidenciado en los materiales cerámicos y el patrón de asentamiento en lugares altos, tal como está presente en sitios como “la mesa” en el altiplano mexicano; 2) La memoria colectiva y el mito acerca del lugar de origen, lo cual se infiere perfectamente por los registros de expresiones artísticas de deidades como Tláloc; 3) Fuerte conciencia del grupo étnico mantenida a lo largo del tiempo, lo cual es evidenciado en como de generación a generación no se buscan otras variaciones y el legado de los antepasados se mantiene como protagonista en los modos de vida de toda la población pipil; 4) La relación conflictiva con grupos culturales locales, lo cual se denota por el carácter defensivo de la geografía elegida y por la falta de evidencia de otros grupos locales (mayas) (Escamilla, 2013).






Referencias.

Amaroli, P. (1986). En La Busqueda de Cuscatlán – Un proyecto etnohistórico y arqueológico. Patronato Pro-Patrimonio Cultural. San Salvador, El Salvador.

Escamilla, M. (2007). El Salvador rupestre: Reconocimiento y registro de sitios. En XX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2006 (editado por J.P. Laporte, B. Arroyo y H. Mejía), pp. 1219-1233. Museo Nacional de Arqueología y Etnología, Guatemala. (Versión digital).

Escamilla, M. (2012). Proyecto migraciones Náhuatl-Pipiles del postclásico en la Cordillera del Bálsamo. Universidad Tecnológica de El Salvador. San Salvador, El Salvador.

Escamilla, M. (2011). La Costa del Bálsamo durante el postclásico temprano (900-1200 d.C.): Una aproximación al paisaje cultural nahua-pipil. Revista “La Universidad, Órgano Científico-Sociocultural de la Universidad de El Salvador”. Editorial Universitaria, El Salvador.

Fowler, W. (2011). El Complejo Guazapa en El Salvador: La diáspora tolteca y las migraciones pipiles. Revista “La Universidad, Órgano Científico-Sociocultural de la Universidad de El Salvador”. Editorial Universitaria, El Salvador.

Erquicia, J. & Herrera, M. & Pleitez A. (2014). Patrimonio, religiosidad popular e identidades a través de la acción colectiva: el caso del municipio de Huizúcar en El Salvador, Centroamérica. Revista Memorias; Barranquilla, Colombia.

Escamilla, M. (2013). Nahua-pipiles: aproximaciones simbólicas del paisaje Posclásico en la Costa del Bálsamo, El Salvador. Revista “Identidades”, revista de ciencias sociales y humanidades. Secretaria de Cultura de la Presidencia, Dirección Nacional de Investigaciones en Cultura y Arte. San Salvador, El Salvador.

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