Tema: “Principales registros y características de la cultura náhuatl-pipil presentes en el actual territorio salvadoreño, su tipología de asentamiento, cronología, probables orígenes e historia general”.
Resumen.
En la presente investigación de cátedra se pretende abordar
de manera general y lo mas explícitamente posible, todas y cada una de las
características culturales que definieron a los náhuatl-pipiles como etnia
definida y diferente a las demás, su origen más probable, su propia e
identificativa cosmología e iconografía, características arquitectónicas, su
patrón de asentamiento y todas las implicaciones que conlleva dicho patrón de
asentamiento, así como su origen más probable. Para todo ello se investigará,
describirá y definirá las pruebas arqueológicas que sirven de estudio para
definir su asentamiento, en base a estas pruebas arqueológicas y con apoyo de
narraciones etnohistóricas se probará el origen o la etnia origen a lo que
todos estos aspectos hacen referencia como la cultura madre de estos pueblos
náhuatl-pipiles y su comportamiento diaspórico que siempre tiene presente o
hace siempre referencia con dicho lugar de origen.
Palabras claves: Pipil, Náhuatl, diáspora, postclásico.
Abstract.
In this research professorship is intended to address
general and as explicitly as possible, each and every one of the cultural
characteristics that defined the Nahuatl-Pipil as ethnic defined and different
from the others, the more likely its origin, its own e identifying cosmology
and iconography, architectural characteristics, settlement patterns and all the
implications of this pattern of settlement as well as its most likely origin.
For all this we will investigate, describe and define the archaeological
evidence that serve as study to define their settlement, based on these
archaeological evidence and support etnohistóricas stories the source or origin
ethnicity will prove that all these aspects refer as the mother of these
Nahuatl-Pipil diasporic peoples and their behavior is always present and always
refers to that place of origin culture.
Keywords: Pipil, Náhuatl, diaspora, postclassic.
Hipótesis:
La cultura náhuatl-pipil tiene presentes características conductuales, sociales,
económicas, de asentamiento y religiosas que son diferentes a otras etnias o
grupos culturales reconocidos en Mesoamérica, dichas características nos
permiten inferir, —por medio del patrón de asentamiento—, la arquitectura y otros
aspectos identitarios, que éstas culturas tienen una marcada relación y una
alta influencia de culturas originarias del altiplano central mexicano
específicamente de los Toltecas.
Objetivos
de la investigación.
Describir de la manera más amplia posible, todas y cada una de las características culturales que estaban presentes en la etnia pipil, que han sido inferidas a través de los registros arqueológicos y las crónicas españolas y escritos etnohistóricos.
Enumerar, describir y analizar las principales características náhuatl-pipiles que hacen referencia y permiten inferir su origen migratorio.
Describir de manera comparativa, la tipología geográfica que caracterizó el patrón de asentamiento presente en los náhuatl-pipiles.
Generalidades
de la cultura náhuatl-pipil.
Sobre el origen los náhuatl-pipiles
existen muchas explicaciones y relatos, muchos de ellos basados en hechos y
otros muchos en fantasías propias del imaginario colectivo indígena, a la
llegada de los conquistadores españoles a éstas tierras mesoamericanas ubicadas
específicamente en lo que actualmente es Centroamérica, encontraron numerosos
grupos náhuatl-pipiles distribuidos en toda la región. El origen mexicano de
los pipiles fue evidente, incluso para los protagonistas conquistadores
españoles que tuvieron el primer contacto directo con ellos, semejanzas entre
sus aspectos culturales y su idioma dieron fielmente esa idea. Específicamente
en su lengua, su idioma era “nahuat” perteneciente a la familia lingüística yutonahua
o uto-aztecan más específicamente del grupo nahua de ésta familia, el grupo
nahua está formado por varios idiomas que guardan una estrecha parentela
histórica, siendo el más famoso y destacado el náhuatl o azteca (Amaroli, 1986).
Existen pequeñas diferencias entre el
náhuatl y el nahua de los pipiles y permite considerarles mutuamente
inteligibles, se tienen registros históricos que una de las frecuentes
diferencias entre el nahua local de los pipiles y el náhuatl original del
altiplano mexicano es el racimo “tl” lo que denota una pequeña simplificación
fonética por lo que los observadores españoles conquistadores lo tomaron como
un “mexicano corrupto” o una lengua “mexicana plebeya” para referirse al idioma
usado por los pueblos pipiles en Mesoamérica. Ésta simplificación fue incluso
la que originó el termino “pipil” debido a que los traductores mexicanos que
servían a los españoles les parecía que el náhuatl de las tierras sureñas
mesoamericanas era una versión mal hablada y aparentemente infantil, como
cuando los niños realmente pequeños comienzan a decir sus primeras palabras, así
fue percibido y definido en un escrito del siglo XVII: “… algunos pueblos de la costa del Sur, que desde el lugar de
Escuintepeque [Escuintla, Guatemala] se señalan con el nombre de los Pipiles,
que en México tiene una etimología de lengua o idioma de muchachos (ésta es su
propiedad, porque a tanto como esto quiere explicar que había llegado su
corruptela)…” (Fuentes y Guzmán 1932-33, tomo I, libro 3 citado en Amaroli,
1986), etimológicamente se tiene que la palabra “pipil” se deriva o bien del
termino náhuatl “pipilpipil” que quería decir muchachuelos o del término
“pipillotl” que quiere decir niñería, el termino tiene un origen despectivo por
parte de los traductores mexicanos que servían a los conquistadores, el
lingüista Schultze Jena define entonces “pipil” en náhuatl como niño, muchacho
o muchacha joven. Una prueba muy contundente referente a la similitud del
lenguaje usado en ambas regiones mesoamericanas es el hecho de que se ocupó el
diccionario Castellano-Mexicano [náhuatl] del autor Molina que fue publicado
para 1571 en los trabajos misioneros llevados a cabo en el convento de San
Francisco en San Salvador. Antiguamente se ha tenido en cuenta dos migraciones principales
para explicar y comprender el origen de los pipiles y su apropiación de la
costa pacifica de Guatemala y el occidente de El Salvador, siendo una supuesta
realizada sobre la época de influencia directa teotihuacana (ca. 400 – 500 dC)
y otra migración dada en el establecimiento de la cultura Cotzumalhuapa (ca.
500 – 900 dC) (Borhegyi 1965a; Parsons 1969 citados en Amaroli, 1986). Sin
embargo, no parece acertado denominar a los portadores y usuarios de estas
características mexicanas como pipiles simplemente por su aparente relación
mutua con el centro de México ya que como se nota son de horizontes culturales
mucho más tempranos que carecen de evidencia de continuidad entre ellos y los
pipiles encontrados en la región, llegando incluso a demostrarse por medio de
los hallazgos encontrados en un sitio arqueológico Cotzumalhuapa en Cara Sucia
en Ahuachapán, El Salvador que da las pistas que indican la posibilidad que
fueron los pipiles quienes jugaron un papel protagónico en el abandono del
sitio. (Amaroli, 1986).
Estudios glotocronológicos ubican al
nahua incluso como más antiguo que el náhuatl y es la lengua que se tiene como
mejor candidata para atribuírsele a los Toltecas de México central, la
cronología de su ramificación corresponde al periodo de mayor influencia
tolteca en Mesoamérica por lo que su dispersión en región centroamericana es
atribuida a los periodos definidos como “esfera tolteca”, esto incluso ha sido
apoyado por descubrimientos arqueológicos llevados a cabo en la actual región
territorial de El Salvador. Se referirá a partir de acá la convención de uso
establecida por Lawrence Feldman en 1979 en su obra “Comunicación Personal” en
la cual se reserva el termino nahuat únicamente para hacer referencia al idioma
específicamente por lo que el término pipil se apega y hará referencia para
referirse a la cultura o los habitantes de éstas regiones repartidas en el
centro y occidente del actual territorio de El Salvador (Amaroli, 1986).
Según estos estudios glotocronológicos
los pipiles históricos hubieran llegado al sureste de Mesoamérica entre 800 –
1200 dC, dichos movimientos migratorios fueron solamente el principio de los
muchos cambios que se llevaron a cabo en Mesoamérica durante el colapso de las
civilizaciones Mayas y el correspondiente vacío de poder en su esfera de
influencia. Para el actual territorio salvadoreño se tiene propuesto que los
primeros habitantes fueron de origen “Chorti” cuya influencia o centro regidor
principal era la ciudad de Copán, ciudad que al desintegrarse durante el
colapso se vieron abandonados permitiendo la llegada, apropiación e invasión de
grupos foráneos, estando entre ellos los antepasados de los pipiles que
provenían del altiplano mexicano, debido a este origen se tiene la posesión de
un patrimonio cultural determinado semejante al registrado en aquella región. Los
pipiles conservaban la tradición de un origen en la capital tolteca: Tula, éste
origen fue común en varios grupos mesoamericanos. Evidencias arqueológicas
revelan y apoyan éste origen tolteca para los pipiles, en Chalchuapa se tienen
las construcciones de dos pirámides muy apegadas al estilo contemporáneo
mexicano, una de ellas es redonda y está asociada con tres esculturas, dos “chacmules”
y un jaguar agachado, éstas figuras son comunes en la temática de regiones
dominadas por los toltecas, dos de las figuras, uno de los chacmules y el
jaguar presentan una iconografía característica que solamente se tiene
registrada para el centro de México y el norte de Yucatán que es un pectoral en
forma de mariposa. Adicional a esto se tiene registro de varios elementos
cerámicos y obsidiana que son representativos y están ligados a las regiones
del altiplano central mexicano, así, por ejemplo, se tienen los datos
fascinantes del lugar nombrado como “Loma China” ubicado en el embalse de la
presa San Lorenzo en la cuenca baja del rio Lempa en el territorio actual de El
Salvador, en éste lugar se encontró una gran cantidad de entierros que fueron
llevados a cabo en una plataforma pequeña y que están asociados a ofrendas de
navajas prismáticas de obsidiana verde y diecinueve vasijas “Nicoya”, cinco de
Plomiza Tohil y una de Anaranjado fino Silho. El entierro principal estaba
acompañado por tres mosaicos formados de priita, turquesa, jade y concha, y dos
de estos arreglos mostraban el motivo de un guerrero tolteca, es decir, poseían
característicos cascos, escudo, “chaqueta” y sandalias, sosteniendo el escudo
en una mano y con la otra trataba de alcanzar una serpiente emplumada que
simulaba volar sobre todas las figuras de los guerreros. Los demás entierros se
presume que eran sacrificios en ofrenda al individuo principal y que se
pretendía identificar al individuo y su relación especial con la esfera de influencia
tolteca (Amaroli, 1986).
Estas evidencias encontradas en los
sitios pipiles no son unilaterales, excavaciones realizadas en la capital
tolteca de Tula en México central revelaron grandes cantidades de cerámica
Plomizo Tohil y también variedad de Policromo Nicoya de la misma variedad de la
que se encontró en Chalchuapa, Loma China y en otros sitios en tierras
salvadoreñas. Diehl et al. (1974:187) postula la existencia de un gremio
comerciante entre los toltecas, que han sido clasificados como antecesores de
los pochtecas y toda la relación que tuvieron estos con los aztecas según se
tiene registrado. Por lo que el entierro encontrado en Loma China era muy
probablemente de uno de estos comerciantes, quien murió en una tierra lejana
por lo que fue enterrado con sus insignias y mercancías. Esta evidencia apoya
la hipótesis de que los puestos de avance de estos comerciantes toltecas
tomaron en algún momento el carácter de colonias, tal como fueron establecidas
y se tiene registro de los anteriores teotihuacanos, que buscaban extender el
control político de los comerciantes.
Se tienen datos de la existencia de
varias instituciones sociales mexicanas en la sociedad pipil, su organización
política incluía estados tributarios, caracterizados por la posesión leyes
formales y los medios para imponerlas, ejércitos formales e historiales de
cumplimiento con los tributos, estos estados serian los equivalentes a
cacicazgos, señoríos o provincias. Su liderazgo era basado en la nobleza y sus
linajes, teniendo registrado hasta el día de hoy un único cacique para el área
de Cuscatlán con fecha de 1740 el cual fue una mujer: “María Josepha”
(documento A3.16.4/6054/537 en el archivo general de Centroamérica (AGC),
Guatemala) (Amaroli, 1986).
Al tiempo de la entrada del conquistador
Pedro de Alvarado al actual territorio salvadoreño, el mayor porcentaje de la
parte central y oeste de la nación, específicamente entre el rio Paz y el rio
Lempa, era territorio pipil, teniendo una población prehispánica estimada de
unos 400,000 a 500,000 habitantes (Fowler 1988, 1989a citado en Escamilla, 2011).
Los datos etnohistóricos indican que al tiempo de la conquista del año 1524 los
pipiles controlaban la región de Escuintla en el sureste de Guatemala, el oeste
y centro de El Salvador y algunas localidades del oeste y centro de Honduras.
(Fowler 1988, 1989a, citado en Escamilla, 2011).
Para explicar la posibilidad de una
migración masiva se debe tener en cuenta todas las implicaciones que originan y
que son consecuencias de dichos movimientos, en este marco Stanley Tambiah
(2000) señala que se puede agrupar conceptualmente dos posibles tipos de
movimientos poblacionales en la humanidad: una migración voluntaria realizada
por personas que llevan consigo una variedad de habilidades profesionales y
ciertas practicas culturales, la migración es realizada con el objetivo de
buscar mejores oportunidades de vida y económicas donde puedan establecerse de
manera permanente o temporal según aplique; la otra posibilidad es un
desplazamiento involuntario causado por diferentes razones que pueden ir desde
una agitación o inestabilidad política, una guerra civil o bien sea por
desastres naturales que afectaron a la región originaria. Ambos movimientos
migratorios forman comunidades diaspóricas, una diáspora de tipo ideal es
aquella en la que las comunidades dispersas de un centro original hacia los
lugares periféricos mantienen siempre una memoria o un mito acerca de su tierra
natal y son conscientes que muy probablemente no serán bien recibidos necesariamente
en la tierra de ocupación actual, por lo que tienen que mantener o practicar
modos de vida defensivos, al mismo tiempo que mantienen su lugar ancestral de
origen como una posibilidad de eventual retorno, un lugar para mantener y
restaurar en la memoria colectiva (Safran, 1991 citado en Escamilla, 2011).
Complejo
Cerámico Guazapa.
Parte de todo lo analizado y retomando
lo supuesto sobre las habilidades y conductas o características culturales que
están presentes en una diáspora, tenemos las características que pueden ser
registradas por medio de los estudios arqueológicos, siendo de una gran
importancia el complejo cerámico o la tipología de planificación, fabricación y
uso de instrumentos hechos de este tipo de material, para el caso que nos ocupa
se tiene definido el “complejo cerámico Guazapa” definido por William Fowler
para 1981 como parte de los resultados de su tesis doctoral en base al análisis
de los materiales culturales provenientes de las investigaciones que llevó a
cabo en Cihuatán y Santa María en la república de El Salvador en la parte
noreste del territorio, investigaciones posteriores marcaron el hecho que el
complejo cerámico Guazapa no se limitaba al valle El Paraíso dejando así
amplificado el concepto de “Complejo Guazapa” para referirse a todo aquél
material elaborado para el período postclásico temprano. El complejo cerámico
Guazapa surge a partir del análisis de alrededor de 28,000 tiestos recolectados
en los diferentes sitios estudiados en la parte central y occidental del territorio
salvadoreño que fueron catalogados tipológicamente en diferentes grupos, siendo
estos grupos del complejo Guazapa: Las Lajas Burdo, Tamulasco Sencillo, García
Rojo, Zancudo Policromo sobre Blanco, Jején Policromo sobre Rojo, Tamoa Boya,
Tohil Plumbate y Nicoya Polícromo (Fowler, 2011 citado en Escamilla, 2011).
Se considera que éste complejo cerámico
Guazapa enfatiza muchos aspectos estilísticos retomando tanto los modos
decorativos como las características tecnológicas y morfológicas del complejo
cerámico Tollan de Tula tal como fue definido y clasificado éste complejo por
Cobean y Mastache en sus estudios realizados en México para 1989 y 1990 y parte
de lo planteado por Diehl (1983). Como ejemplo de este vinculo se puede tomar
la estrecha similitud presente en los braseros clasificados como “Las Lajas
Burdo”, los cuales presentan un detalle bicónico espigado muy parecidos a los
encontrados en Tula (Acosta 1956-57, Cobean 1990, Diehl 1983, Boggs 1972,
Fowler 1981 citados en Escamilla 2011). Sin embargo, también se tiene presentes
diferencias muy importantes entre el complejo Guazapa y el complejo Tollan, así
los dos grupos cerámicos policromos: “Zancudo Policromo sobre Blanco” y “Jején
Policromo sobre Rojo” encontrados, identificados y definidos para el complejo
Guazapa no tiene correspondencia en el complejo Tollan, ésta ausencia de
correspondencia se ha tratado de explicar basándose en dos probables
inferencias: una de ellas explica que las similitudes más cercanas con ambos
grupos cerámicos policromos del complejo Guazapa podrían estar ubicadas en otra
región nahua del territorio mexicano, tomando como potenciales candidatos los
ubicados en el sur de Puebla o la costa del Golfo, en Veracruz y Tabasco o el
sur de Guerrero; la otra probable explicación para las diferencias cerámicas es
que ambos grupos sean producto del desarrollo local y dinámicas particulares de
la región sur de Mesoamérica (Fowler, 2011 citado en Escamilla, 2011).
El complejo cerámico Guazapa es el
reflejo de materiales culturales con influencia extranjera o de origen
diferente al lugar en el que se han encontrado y busca colaborar con la
construcción de una memoria colectiva y mítica de su lugar de origen con el
objetivo de conformar una solida consciencia grupal y esto causó relaciones
problemáticas o ásperas con los demás grupos étnicos (Escamilla, 2011).
Principales
registros arqueológicos náhuatl-pipiles (sitios) encontrados en El Salvador.
Para el análisis y revisión de los
sitios encontrados en el territorio salvadoreño que se tiene noción de la
pertenencia a los grupos pipiles se tomara un enfoque desde la arqueología del
paisaje, que es la parte de la disciplina que se basa en la idea que los seres
humanos construyen y transforman su medio ambiente de una manera fundamental.
Estas manifestaciones de adopción y transformación del paisaje, en algunos
casos, son el producto de procesos migratorios y de apropiaciones simbólicas de
lugares y espacios deseados. Para estos fines tenemos los conceptos de
delimitación y perfil propuestos por Kurt Anschuetz et al. (2001) los cuales se
basan en cuatro premisas interrelacionadas y que dejan totalmente explicado y
sustentado el paradigma del paisaje, las cuales se definen a continuación:
·
Los paisajes no son sinónimo de
ambientes naturales, esto significa que el paisaje hará referencia a sistemas
culturales estructurados que organizan las interacciones del ser humano con su
medio ambiente natural. Es una forma de mediación entre el la naturaleza y la
cultura (Knapp y Ashmore, 1999 citado en Escamilla, 2011).
·
Los paisajes son productos culturales,
no son necesariamente el mundo que vemos sino que es una construcción, una
composición de aquel mundo. Por lo que paisaje no es lo mismo que
construcciones ambientales el cual se refiere a construcciones físicas que han
sido diseñadas. (Cosgrove, 1985 citado en Escamilla, 2011).
·
Los paisajes son arenas para las
diferentes actividades sociales y comunales, es decir, son parte de la materia
prima que se usa en el proceso de todos los productos culturales y sociales que
nos ocupan como humanidad, por lo que no podemos considerarlos solo como
meramente construcciones humanas sino también todas las condiciones ambientales
propias de la naturaleza que permiten la vida y desarrollo de la sociedad.
(Escamilla, 2011).
·
Los paisajes son construcciones
dinámicas que se transforman constantemente, cada comunidad y generación
imponen su propio pensamiento colectivo o mapa cognitivo en su mundo
antropogénico de morfología, planes y significación coherente, manteniendo todo
interconectado. Es un sistema para la manipulación de significados simbólicos
de cada acción humana y su materialidad. Es un proceso cultural. (Escamilla,
2011).
“El
paisaje cultural es elaborado desde un paisaje natural por un grupo cultural.
La cultura es el agente, el área natural es el médium, el paisaje cultural es
el resultado. Con la introducción de una cultura diferente, rejuvenecen los
paisajes culturales, o un nuevo paisaje es sobrepuesto en los remanentes del
antiguo paisaje”. (Sauer, 1925, p. 46).
Se cuenta con estudios de restos
arqueológicos, así como también documentación histórica que evidencian que “el
paisaje” en nuestro país para finales del siglo XVI era imperantemente producto
de redes de distribución y comercio de los pipiles prehispánicos, la
arqueología del paisaje buscara explicar la manera en que se interrelacionan lo
material, lo social, lo ideológico y simbólico en la apropiación del espacios
en los que se explaya una etnia determinada: los pipiles.
Los grupos pipiles que se asentaron en
los territorios sureños de Mesoamérica trataron de cubrir la costa Pacifica
centroamericana particularmente en los actuales territorios de Guatemala y El
Salvador, desde la arqueología del paisaje se nos hace posible inferir en la
intencionalidad y significación de la apropiación de algunos asentamientos
pipiles que se han registrado. Particularmente en la costa del bálsamo se tiene
una apropiación del paisaje en términos defensivos y simbólicos como parte de
la memoria colectiva de los pipiles y haciendo siempre referencia a la capital
tolteca, a la vez que facilitaban y permitían la ritualidad a deidades
especificas. Dentro de las principales características registradas para los
sitios confirmados como asentamientos pipiles sobresalen dos específicamente,
su ubicación en la parte alta de los cerros, y una arquitectura marcada por las
estructuras amuralladas, las cuales reflejan una intencionalidad marcadamente
defensiva para los asentamientos (Escamilla, 2007).
La cordillera del Bálsamo es una área
que está ubicada en el sector suroeste del actual territorio centroamericano de
El Salvador, dicha cordillera forma una increíble barrera natural que permite
la interacción con el océano Pacifico y los valles internos del territorio. De
las principales características geomorfológicas de la cordillera es la cantidad
imperante de lengüetas que cubren todo o la mayor parte del sector, éstas
lengüetas van desde una altura de 1,500 msnm descendiendo hasta el propio nivel
del mar, formando crestas con angostas planicies, riscos y valles muy angostos,
se cuenta, actualmente, con más de 30 sitios arqueológicos registrados para el
área de la cordillera del Bálsamo, en el complejo geográfico se tiene
registrado alrededor de 41 sitios con evidencia arqueológica, dichos sitios
presentan evidencias del complejo cerámico Guazapa, tal como se definió para
Cihuatán y las Marías, siendo referencia del postclásico temprano teniendo
registrados muchos lugares como lo son: Igualtepeque, Chalchuapa, isla El
Cajete, Carranza, Tacuscalco, Cerro de Ulata, Jicalapa, El Panteoncito y
Miramar, entre otros. Es importante mencionar que el complejo cerámico Guazapa
nos permite inferir el origen y referencia ideológica que se buscaba con la expresión de un lugar ideal del pasado, para
ello toma muchos aspectos estilísticos, procurando reproducir tanto los modos
decorativos como ciertas características tecnológicas y morfológicas que
guardan total relación con el complejo Tollan de Tula (Escamilla, 2011).
Características
principales del patrón de asentamiento náhuatl-pipil.
El proyecto arqueológico escogido para
una mayor aproximación a la concepción de paisaje que se tenía vigente en la
cultura pipil corresponde al realizado en el área de cuatro municipios
pertenecientes al área central de El Salvador, estos fueron: Teotepeque,
Jicalapa, Chiltiupán y Tamanique, todos estos municipios están ubicados en el
departamento de La Libertad geográficamente en todo lo que es la Costa del
Bálsamo. Del área total de los cuatro municipios que en conjunto suman un total
de 350 km2 aproximadamente, dado los estudios anteriores se enfoco
en la parte alta sobre las crestas de las lengüetas y en algunos casos
puntuales sobre las pendientes de estas y algunas pequeñas planicies que se
forman entre las lengüetas, así como visitas y nuevas revisiones a sitios arqueológicos previamente
registrados en la Secretaria de Cultura. (Escamilla, 2011).
Todos los sitios registrados han sido
estudiados a profundidad y de manera sistemática, en todos hay un patrón de asentamiento
eminentemente defensivo y relacionado o en línea con las evidencias cerámicas
registradas volviéndoles inequívocamente de pipiles, particularmente en el
letrero del diablo se tiene presente arte rupestre que hace referencia a
Tláloc, muy probablemente el sitio haya sido utilizado para realizar rituales
en honor a ésta deidad, junto con otro sitio arqueológico registrado que
presenta arte rupestre “el letrero” se tiene sin lugar a dudas una total
referencia ideológica a la deidad Tláloc, el sitio se encuentra ubicado
geográficamente en el punto en el que convergen los ríos “pájaro-león” y el “zonte”
teniendo adicional a ésta característica la morfología necesaria para llevar a
cabo rituales y practicas cosmológicas, cabe destacar que la deidad Tláloc está
en total relación con el elemento agua, elemento básico para el bienestar y
desarrollo de éstas comunidades, lo que suma aún más a la apropiación
especifica del paisaje con el que se cuenta en la Cordillera del Bálsamo, es de
recordar que la arqueología del paisaje no considera como producto
exclusivamente de índole natural a las formaciones paisajísticas que estén
presentes en un sitio determinado, sino que éste paisaje responde también a las
interacción humana de los grupos que estén ocupando esa geografía, los paisajes
están conformados por la apropiación física, imaginaria y simbólica de los
grupos humanos que estén presentes en un tiempo determinado en las cuales se
llevan a cabo diversas dinámicas y prácticas sociales. (Escamilla, 2011)
El patrón de asentamiento de los grupos
pipiles es marcadamente militarista en la parte más alta de los cerros que
permitían un control de acceso total y una cobertura de vigilancia de 360º nos
da una idea de la dinámica vivida durante el postclásico que hacen suponer una
practica política y social hostil que requerían u obligaban a tomar esta
morfología para el asentamiento, así mismo las representaciones rupestres
encontradas nos hacen inferir que los sitios no solo eran de tipo habitacional
sino que pudieron estar asociadas con funciones de sitio rector
cívico-ceremonial así como comerciales haciendo absolutamente todas estas
practicas referencia al lugar de origen para mantener ese sentimiento de
nostalgia y posible regreso que los hacia todavía más unidos como grupo social.
(Escamilla, 2011).
Con la verificación y estudio realizado
en la Cordillera del Bálsamo, se le da continuidad a el proyecto comenzado en
Cihuatán por Fowler y la definición del Complejo Cerámico Guazapa, éste
proyecto llevado a cabo en el departamento de La Libertad es la búsqueda de los
orígenes de la civilización que Fowler encontró ya cimentada y bien
desarrollada en Cihuatán y Santa María, de manera muy general se plantea el
siguiente modelo histórico para los pipiles en ésta parte de Mesoamérica:
1. Los
primeros movimientos de etnias de habla náhuatl fueron de grupos pequeños que
comenzaron a salir del altiplano y el Golfo de México, todo durante el colapso
de Teotihuacán en los años 550 – 600 D.C.
2. Establecimiento
de pequeños poblados en las partes altas de los cerros buscando siempre lo
defensivo en el área desde lo que actualmente es Chiapas , Guatemala, El
Salvador y Honduras todo durante los años 700 – 900 D.C., posteriormente se
forman Tula Chico y Tula Grande.
3. Con el colapso clásico Maya, Copan deja
de dominar las tierras salvadoreñas y hondureñas permitiendo alianzas pequeñas
de grupos nahuat que comienzan a apoderarse de los territorios de los valles
interiores de El Salvador para el 900 D.C.
Con todo esto se tienen datos importantes para comprender la
dinámica de las migraciones pipiles durante el postclásico, se revela así que
Cihuatán y Santa María no estaban solas ni aisladas en el mundo pipil, las
etnias de habla náhuatl se asentaron en todos estos sitios incluso en algunos
que ya habían sido ocupado previamente como lo es el caso de Chalchuapa,
trataron de mantener siempre la perspectiva defensiva como bien lo evidencian
los sitios en la Cordillera del Bálsamo, estos sitios defensivos pueden haberse
establecido antes y después de la destrucción de Cihuatán lo que denota un
ambiente de constantes luchas entre grupos pipiles y no pipiles. (Escamilla,
2011).
Fowler (2011) plantea que éstas
migraciones pipiles que culminaron en el occidente y la parte central del
actual territorio salvadoreño forman parte de todos los cambios importantes que
introdujeron los toltecas en Mesoamérica durante el periodo postclásico temprano.
Para estas migraciones se tienen dos perspectivas que explicarían el origen y
la metodología en las que se llevaron a cabo, siendo una de ellas el “modelo de
colonización” la cual toma los centros pipiles del postclásico temprano como
colonias comerciales que fueron fomentadas e impulsadas por el propio Estado
tolteca por lo que estaba sujeta en tributo y dependencia con el estado madre.
La segunda es la llamada “expansión independiente” que cataloga a estos sitios
pipiles como evidencias claras de una expansión gradual, independiente y
constante de la población nahua, que se había independizado del estado tolteca
y buscaba su expansión y desarrollo por si sola. (Escamilla, 2011).
El modelo de colonización implica la
participación del Estado directamente, eso se traduce en que los individuos
migrantes son especialistas en cuestiones y menesteres militares, procurando el
control y la adicion de las regiones conquistadas, esto daría el carácter de
mayoría a los miembro masculinos ya que en las primeras oleadas migratorias de
este tipo no lo hace un grupo diverso de habitantes sino solo los especialistas
en carácter militar por lo general hombres, manteniendo siempre el contacto
regular con los gobernantes de la nación de origen. La colonización conlleva actividades
económicas en las que se busca la riqueza del pueblo o etnia conquistador y la
manutención de los militares que están ejecutando la colonización. La
aplicación de este modelo para explicar la presencia tolteca en nuestro país
enfatiza las extraordinarias similitudes de la planificación urbana, la
arquitectura y la cultura material entre Tula y Cihuatán. El problema de este
modelo es la falta de bienes u objetos que podrían ser interpretados como
resultado del contacto periódico con Tula.
El modelo de expacion independiente
conlleva el hecho de grupos actuando por su proipa iniciativa sin contar con el
apoyo del estado tolteca, en contraste con el modelo de colonización la
expansión independiente busca solamente un espacio para habitar por parte de
los implicados, los correlativos materiales están asociados a propias
herramientas y objetos que se usan o se procuran para un viaje, los patrones de
asentamiento si bien pueden presentar semejanzas con el lugar de origen pueden
también tener variaciones de adaptación o asimilación por contacto de otras
etnias, así las herramientas y los objetos cerámicos presentarían un patrón de
igualdad al origen pero con variantes o mezclas producto de las variaciones en
el viaje, tal como ocurre con el Complejo Cerámico Guazapa, por lo que este
modelo es el que se presenta con mayor probabilidad de validez para comprender
y describir la migración pipil. (Escamilla, 2011).
Una tercera explicación que se plantea
es la “migración diaspórica” siendo el conflicto que tuvieron Tula Grande y
Tula Chico para los años 800 – 850 d.C. la razón o motivación para realizar tal
migración, los grupos migrantes mantienen una memoria y un mito sobre la tierra
que están abandonando, pero manteniendo una idea o una esperanza de eventual retorno
por lo que tratan de mantener vivo su manera de ocuparse como si estuviesen
siempre en el lugar de origen, es una manera de mantenerlo presente aunque ya
no estén ahí, la memoria colectiva y el imaginario mitológico de los grupos
pipiles se ve reflejado en los materiales culturales, en el patrón de
asentamiento y en la apropiación especial que hacen del paisaje que les ha
tocado ocupar, evidenciándolo en el Complejo Cerámico Guazapa y en la ocupación
de la Cordillera del Bálsamo. (Escamilla, 2011).
La
cosmovisión pipil, características generales de su ritualidad.
Parte importante de las inferencias que
hemos realizado ha sido la identidad que se ha asociado a los grupos pipiles y
la referencia con su origen, es de notar la identidad que guardaban estos
grupos que a pesar de haber migrado y recorrido una gran distancia, el
imaginario colectivo se mantuvo en la misma línea sin mutar ni transformarse,
al menos no en esencia, se variaron algunas cosas pequeñas pero manteniendo
siempre la identidad cultural, Weber nos hace la referencia a la identidad
étnica, éste autor nos define un grupo cultural étnico como: “...a aquellos grupos humanos que fundándose
en la semejanza del hábito exterior y las costumbres, abrigan una creencia
subjetiva en una procedencia común, siempre y cuando no representen clanes”
para el caso de los náhuatl-pipiles se tiene la apropiación en ritualidad y las
evidencias marcadas en el complejo cerámico Guazapa que nos permite inferir una
idea de retorno o referencia a Tula sumado todo esto a las relaciones
comerciales que han podido ser inferidas a través del tipo de obsidiana
encontrada en los lugares referenciados en el actual territorio salvadoreño,
cabe mencionar el complejo de obsidiana verde cuyo origen se tiene registrado
solo para la parte central del actual México, lo que denota que comercialmente
e ideológicamente siempre se mantuvo un lazo para con el recuerdo tolteca
(Erquicia, Herrera, Pleitez, 2014).
Cabe destacar todas las esculturas que hacen referencia a la iconografía presente en la cultura pipil de nuestras tierras y la representación de deisades y figuras culturales, tenemos piezas de cerámica de tamaño natural registradas en el Complejo Guazapa, efigies de animales como el jaguar y los sapos, adicional a todas aquellas que hacen referencia a deidades náhuatl como Xipe Totec, Tláloc, Huehueteotl y Mictlantecuhtli. Las efigies de Xipe Totec encontradas en Cihuatán y Carranza guardan una similitud fiel a las encontradas en Coatlinchán, cerca de Texcoco, en el valle de México [Saville, 1897: Lámina 23; Scott 1993: 36-38, Láminas 21, 22; Mateos Higuera, 1993: Figura 37, 45] así también guardan mucha semejanza al Xipe Totec de Teotihuacán encontrado en un contexto “postclásico temprano Mazapan”, estas efigies del complejo Guazapa son conocidas como xantiles en México central y son un rasgo totalmente ligado a los toltecas del postclásico temprano, para 2007 se encontró una figura de Xipe Totec en un complejo residencial cerca del recinto de Tula Grande, la presencia de ciertos rasgos como lo son disposición de los ojos entrecerrados y la boca abierta vinculan a los Xipes del complejo Guazapa con sitios en el centro y sureste de Veracruz. (Fowler, 2011). Es evidente la tremenda similitud que guardan las expresiones artísticas con referencia a la cosmología que se tiene registrado para los pipiles centroamericanos y su contraparte en las tierras de México que han sido clasificadas como parte del tremendo circulo tolteca, por lo que la cosmovisión presente en nuestro país tienen un origen en el norte de las tierras mesoamericanas y crea un patrón de similitudes que no puede negarse y apoya el origen tolteca de los pipiles.
Origen
más probable de los pipiles y relaciones más generales de las características
que denotan ese origen.
Tal como se ha planteado se tienen
pruebas arqueológicas, lingüísticas y cosmológicas que prueban que el origen de
los pipiles fue muy probablemente el altiplano mexicano, para el caso de Tula
se han realizado estudios para determinar el patrón de asentamiento y con ello
verificar si guardan relación con lo que se tiene registrado para los pipiles,
para Tula se tiene básicamente dos patrones de asentamiento asociados al
complejo de asentamiento denominado Coyotlatelco: 1)las comunidades asentadas
en lo alto de las colinas en sitios que están rodeados por precipicios,
acantilados o pendientes muy pronunciadas , y 2)los asentamientos situados en
pendientes con una baja elevación, el patrón de asentamiento defensivo está en
perfecta armonía con los conflictos que se tenían entre Tula grande y Tula
chico y el posterior abandono de Tula chico, éste abandono sugiere una
migración diaspórica desde las tierras centrales mexicanas hasta Centroamérica
sumado a esto se deben tener 4 características inequívocas en los vestigios
arqueológicos que se verifiquen de una diáspora los cuales son: 1) La dispersión de la cultura material
tanto en los ámbitos comunicativos y de habitus, esto es evidenciado en los
materiales cerámicos y el patrón de asentamiento en lugares altos, tal como
está presente en sitios como “la mesa” en el altiplano mexicano; 2) La memoria colectiva y el mito acerca del
lugar de origen, lo cual se infiere perfectamente por los registros de
expresiones artísticas de deidades como Tláloc; 3) Fuerte conciencia del grupo étnico mantenida a lo largo del tiempo,
lo cual es evidenciado en como de generación a generación no se buscan otras
variaciones y el legado de los antepasados se mantiene como protagonista en los
modos de vida de toda la población pipil; 4)
La relación conflictiva con grupos culturales locales, lo cual se denota
por el carácter defensivo de la geografía elegida y por la falta de evidencia
de otros grupos locales (mayas) (Escamilla, 2013).
Amaroli, P. (1986). En
La Busqueda de Cuscatlán – Un proyecto etnohistórico y arqueológico.
Patronato Pro-Patrimonio Cultural. San Salvador, El Salvador.
Escamilla, M. (2007). El
Salvador rupestre: Reconocimiento y registro de sitios. En XX Simposio de
Investigaciones Arqueológicas en Guatemala, 2006 (editado por J.P. Laporte, B.
Arroyo y H. Mejía), pp. 1219-1233. Museo Nacional de Arqueología y Etnología,
Guatemala. (Versión digital).
Escamilla, M. (2012). Proyecto
migraciones Náhuatl-Pipiles del postclásico en la Cordillera del Bálsamo.
Universidad Tecnológica de El Salvador. San Salvador, El Salvador.
Escamilla, M. (2011). La
Costa del Bálsamo durante el postclásico temprano (900-1200 d.C.): Una
aproximación al paisaje cultural nahua-pipil. Revista “La Universidad, Órgano
Científico-Sociocultural de la Universidad de El Salvador”. Editorial
Universitaria, El Salvador.
Fowler, W. (2011). El
Complejo Guazapa en El Salvador: La diáspora tolteca y las migraciones pipiles.
Revista “La Universidad, Órgano Científico-Sociocultural de la Universidad de
El Salvador”. Editorial Universitaria, El Salvador.
Erquicia, J. & Herrera, M. & Pleitez A. (2014). Patrimonio, religiosidad popular e identidades
a través de la acción colectiva: el caso del municipio de Huizúcar en El
Salvador, Centroamérica. Revista Memorias; Barranquilla, Colombia.
Escamilla, M. (2013). Nahua-pipiles:
aproximaciones simbólicas del paisaje Posclásico en la Costa del Bálsamo, El
Salvador. Revista “Identidades”, revista de ciencias sociales y
humanidades. Secretaria de Cultura de la Presidencia, Dirección Nacional de
Investigaciones en Cultura y Arte. San Salvador, El Salvador.
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